Wednesday, September 06, 2006

Ejemplos para la juventud del siglo XXI. Hoy: el "Tato" Abadía

En estos tiempos de moral distraída,de "Aquí hay tomate" y bombardeos preventivos, debemos recurrir a los referentes para que no se nos vaya a todos la chola. Uno de ellos causó un trauma a todos los que toqueteamos a principios de los 90 los cromos de fúmbol que venían con el chorizo Revilla, dándoles con nuestros gordezuelos dedos ese tono rojizo y aceitoso. Estoy hablando del gran Agustín "El Tato" Abadía, interior izquierdo de calidad -3 (o, como se dice ahora, "un jugador muy trabajador") cuyo juego se basaba en dos factores: 1) Correr por todo el campo a lo pollo-sin-cabeza-style y 2) Repartir hos***s como panes.
Pero lo que hacía grande a este jugador era su físico guardiacivileño: totalmente calvo por arriba , algo de pelo por los lados y ese BIGOTE representativo de España en el intervalo 1939-1978. Sí señor. Un hombre de los de palillo en la boca, cadena de oro y puñetazo en la mesa, cuando alguien le intenta hacer la pirula en el mus.Evidentemente, no es el negro afroamericano de color de la izquierda. Observen el estilo de su zancada.

De este jugador emblemático del Logroñés (aunque también jugó en el no menos mítico Atleti de la era Gil) no se puede decir que fuera un goleador, promediando 1.5 goles por temporada. Sin embargo, un 14 de Marzo de 1993 este hombre dio una lección para las generaciones futuras, equivalente al Día D, al descubrimiento de América o al día que toda España oyó la frase "Te voy a dar do yoya que te van a temblar lasoreja". Santiago Bernabéu. El Real Madrid vence al Logroñés por 2 goles a 0. Y entonces, el Tato Abadía miró al cielo y... (lo que sigue en cursiva es una reconstrucción de lo que pudo haber pasado, en plan "Reportaje de Sucesos de antena 3"):

El Tato tuvo una visión de un universo paralelo: vio un futbol jugado por nenazas (en aquel momento no existía la palabra metrosexual). Vio delanteros con crestitas. Vio defensas que viajan a Italia para comprarse trapitos. Vio pendientes masculinos de zirconita. Vio (¡por Dios!) centrocampistas defensivos con mechas rubias. Y entonces, incapaz de aceptar esta realidad, dio un solemne puñetazo en el cesped y exclamó:
- ¡Me cago en la puta de oros!

Lo que sigue ya pertenece a la Historia: el Tato se cargó el equipo a sus hombros y acabó pulverizando sus propios records, marcando él solito los 2 goles que empataron el partido y retrasando la llegada de la metrosexualidad a la Liga española diez años.