
La razón de este miedo patológico al concepto maleta tiene que ver con mi desprecio habitual al concepto de "orden". Cualquiera que haya visto la mesa de mi habitación o el escritorio de mi ordenador puede atestiguarlo. ¿Qué tendrá que ver?, te preguntarás. Dejadme que baje a la Tierra, oh mortales, y os ilumine: la maleta representa no solo el orden en el espacio (eso es bastante evidente), sino también en el tiempo:tienes que ordenar lo que vas a hacer, cuando, cuanto tiempo... Un orden al cuadrado. El metaorden. La hostia en verso.
Pero el peor momento llega cuando, superados los primeros momentos en los que cada uno sigue una lógica más o menos propia, te tienes que enfrentar con lo que yo llamo, amable y cariñosamente, los Putos Trastos de Mierda (PTM). Los PTM son todas aquellas cosas para las que , por su forma o función, no existe ninguna lógica organizadora. El cargador del móvil. El bote de desodorante. El despertador. Etc. En la última maleta que hice me tocó lidiar con no menos de 10 objetos calificables de PTM. Y ahí es cuando definitivamente empiezo a dar vueltas en círculo por la habitación, golpeándome la nuca y farfullando en tono monocorde: putostrastosdemierdaputostrastosdemierdaputostrastosdemierda.